Una nueva mirada en la mediación pedagógica al encuentro con el sentido del aprendizaje en los procesos educativos
encuentro con el sentido del aprendizaje en los procesos educativos 63 Cabe recordar que, el ejercicio del poder dentro de estas sociedades es muy importante, pues en el interior de los ámbitos de convivencia en las cárceles, la norma es vigila y castiga. De modo que, las reglas que rigen el imaginario de estas sociedades son: vigilar, castigar y callar. Adicionalmente, existen una serie de variables que refuerzan las estructuras de poder y convivencia en estas sociedades, entre las que se encuentran: las condiciones de hacinamiento, la falta de productos básicos para el aseo personal que resulta degradante, el tipo de ámbito en el que se cumpla la condena, los años de la condena de una persona; así como, el nivel educativo, la capacidad o la dependencia a alguna droga. Estas variables hacen que esta sociedad en condiciones de encierro sea lo que es, y, no otra. En este sentido, cabe recordar que a quienes desarrollan los procesos educativos dentro de estos espacios, se les brinda autonomía para ejecutar los planes de educación; razón por la cual, es perentorio estudiar y comprender las necesidades propias de esta población, antes de poner en práctica las metodologías tradicionales. 3. El papel de la educación en situaciones de encierro Maturana (1986) ha dicho que el acto de aprender es un fenómeno de transformación estructural en la convivencia; y, que, en ese contexto, aprender es el resultado de una historia de transformación congruente, de dos o más sistemas que interactúan recurrentemente. Ahora bien, si aprender es un fenómeno de transformación en la convivencia, es importante tener claro el tipo de convivencia, en la cual, se encuentra la persona que realiza ese proceso educativo, ya que, por medio de este, puede ser conducido hacia una meta o hacia ninguna, según sea el caso. Si, la cárcel como institución capaz de transformar, ha fracasado; la pregunta del poeta José Asunción Silva debe ser necesaria, para replantear y cuestionar los métodos, los instrumentos y las políticas de esta entidad. En uno de sus versos, Silva (1996) plantea que: Al dejar la prisión que las encierra, ¿qué encontrarán las almas? Quizá, esta sea la interrogante principal que deba orientar las reflexiones, acerca de la importancia de la educación como mecanismo contracultural de las sociedades en condiciones de encierro. La generación de vida, tal como lo explica Margulis (2002), es producto de la simbiosis. Si realmente se desea transformar la vida de las personas en la cárcel, la educación debe ser un proceso simbiótico que incorpore dentro de su estrategia las implicaciones del imaginario social en condiciones de encierro. Si esto no se logra, la educación y las personas privadas de libertad seguirán por caminos diferentes; es decir, un sistema educativo tratando de cambiar a estas personas o las personas abandonando la educación. En este particular, el proceso educativo, dentro de esta comunidad, no puede seguir siendo un edificio anexo a los ámbitos de la vida cotidiana de las personas privadas de libertad, a donde se asiste regularmente para acreditar materias. La educación, en el horridus locus tiene que incorporar la realidad de ese espacio para transformarlo, ya que, si esta no afecta el medio en el que viven, pierde sentido. El proceso educativo, en estas sociedades, debe incorporar en su dinámica las prácticas cotidianas para transformarlas. Hasta hoy, los planes de estudio se enfocan en enseñar a leer y a escribir, pero no modifican el imaginario ni las tradiciones de la vida en prisión. Las prácticas educativas enseñan a hacer muebles, contabilidad o artesanías, pero no les enseñan nada sobre convivencia dentro y fuera del encierro. Dentro de esta visión transformadora, no se puede seguir avalando un sistema educativo que se impone sobre las sociedades en condiciones de encierro.
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